lunes, noviembre 06, 2006


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Sin duda, en todos los sitios donde coinciden grandes cantidades de personas se desarrollan innumerables historias, como bien dice Leticia Cortés quien logró una beca de Conaculta para desarrollar un poemario precisamente de las historias que suceden en los aeropuertos.

Los aeropuertos son sitios particularmente extraños, hay una mezcla de realidad y ficción, una babel donde los pasajeros hablan múltiples lenguas y donde se está abandonado, una soledad transitoria que termina cuando se comienza a volar.

El aeropuerto como pesadilla, como salvación. Recién hace unas semanas en Brasil hubo un accidente donde un avión comercial se estrelló en vuelo contra un avión privado, la causa fue finalmente un error de los controladores aereos que los hicieron volar por el mismo sitio y a la misma altura.
Se determinó que había pocos controladores para la cantidad de vuelos programados, así que comenzaron a cancelarse vuelos y una horrible cadena de retrasos en todos los aeropuertos importantes de Brasil. Puede entenderse esto como una medida para salvaguardar la vida de los pasajeros, exitosa medida sin duda, pero muy irritante.

Mi vuelo de Rio de Janeiro hacía São Paulo se retrasó 3 horas y perdí mi conexión a D.F. Me quedé atrapado un día, viendo la furia y la impotencia de muchos otros pasajeros que como yo, estabamos abandonados y atascados.
Los avisos sonoros son imposibles de entender, se vaga entre una sala de espera y otra. En tal isla, tomo mi computadora y recurro a mis archivos, encuentro un poema genial que viene perfecto al caso.


Honesta descripción de mí mismo
tomándome un whisky en un aeropuerto,
digamos que en Mineápolis

Czeslaw Milosz
Traducción de Gerardo Beltrán

Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.
Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.
A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.

Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones
de jóvenes.
No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.

No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.
No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.
Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.

Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas
visibles.