jueves, abril 08, 2010


.
Confieso cierto prejuicio contra estas formas de persuasión por medio de la agonía emocional y la truculencia. Soy de los que creen que la imagen no sólo no vale más que mil palabras sino que necesita más de mil para valer algo. Y desde luego prefiero que me hagan pensar a que se esfuercen en hacerme llorar o temblar. Además, me uno al ruego del feligrés contra la pedagogía del terror que confunde conmover y convencer: oiga, no acojonen, que bastante tenemos ya cada uno con lo nuestro.


Fernando Savater
.