martes, noviembre 28, 2006


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Como cada año, el invierno llega a la ciudad intempestivamente, de golpe y porrazo. El frío característico de la estación es diferente a otra noches frescas, el invierno tiene su propio olor.

Pero debo decir que es terrible el tiempo de frío en Guadalajara, no es tan extremo como en otros lugares de la república o del mundo, no se puede comparar con el que hace en Zacatecas o en Monterrey, tampoco el que se siente en Buenos Aires o Glasgow.
Lo que hace terrible el invierno en Guadalajara es el mal gusto que tenemos los tapatíos para vestir en tal ocasión, es cosa de pesadilla ver a las personas caminar con chamarras, suéteres, bufandas y otras prendas a las que recurrimos para protegernos.
Una explicación razonable es que hace años el clima era benévolo, más templado. Seguramente no estábamos acostumbrados a usar ropa para climas gélidos. El cambio climático global nos ha traído inviernos más fríos y una increíble incapacidad para elegir conjuntos o combinaciones elegantes, siquiera al menos agradables a la vista.

Así como los referentes de la moda son Nueva York, Río de Janeiro, Milán, París; sin duda entre las ciudades de la anti-moda estaría Guadalajara.
Afortunadamente se tiene la certeza que el invierno se irá eventualmente y regresará la algarabía de la primavera y el verano. Desafortunadamente es seguro que también volverá el invierno al año siguiente.
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jueves, noviembre 09, 2006


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Hey little girl is your daddy home
Did he go away and leave you all alone
I got a bad desire
I'm on fire

Tell me now baby is he good to you
Can he do to you the things that I do
I can take you higher
I'm on fire

Sometimes its like someone took a knife baby
Edgy and dull and cut a six-inch valley
Through the middle of my soul

At night I wake up with the sheets soaking wet
And a freight train running through the
Middle of my head
Only you can cool my desire
I'm on fire



I'm on fire (Bruce Springsteen)
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lunes, noviembre 06, 2006


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Sin duda, en todos los sitios donde coinciden grandes cantidades de personas se desarrollan innumerables historias, como bien dice Leticia Cortés quien logró una beca de Conaculta para desarrollar un poemario precisamente de las historias que suceden en los aeropuertos.

Los aeropuertos son sitios particularmente extraños, hay una mezcla de realidad y ficción, una babel donde los pasajeros hablan múltiples lenguas y donde se está abandonado, una soledad transitoria que termina cuando se comienza a volar.

El aeropuerto como pesadilla, como salvación. Recién hace unas semanas en Brasil hubo un accidente donde un avión comercial se estrelló en vuelo contra un avión privado, la causa fue finalmente un error de los controladores aereos que los hicieron volar por el mismo sitio y a la misma altura.
Se determinó que había pocos controladores para la cantidad de vuelos programados, así que comenzaron a cancelarse vuelos y una horrible cadena de retrasos en todos los aeropuertos importantes de Brasil. Puede entenderse esto como una medida para salvaguardar la vida de los pasajeros, exitosa medida sin duda, pero muy irritante.

Mi vuelo de Rio de Janeiro hacía São Paulo se retrasó 3 horas y perdí mi conexión a D.F. Me quedé atrapado un día, viendo la furia y la impotencia de muchos otros pasajeros que como yo, estabamos abandonados y atascados.
Los avisos sonoros son imposibles de entender, se vaga entre una sala de espera y otra. En tal isla, tomo mi computadora y recurro a mis archivos, encuentro un poema genial que viene perfecto al caso.


Honesta descripción de mí mismo
tomándome un whisky en un aeropuerto,
digamos que en Mineápolis

Czeslaw Milosz
Traducción de Gerardo Beltrán

Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.
Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.
A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.

Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones
de jóvenes.
No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.

No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.
No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.
Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.

Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas
visibles.